Si bien el título parece responder a elementos necesarios para realizar una tarea de tecnología, o similar, esta vez quiero mostrar los pasos a seguir, materiales, tipos y como lo dice su propio nombre, instrucciones para una de las actividades emocionales de los seres humanos.
La protección emocional
Estoy convencida, que somos capaces de conseguir un estado de felicidad que en algunos momentos disminuirá y en otros aumentará, pero que llevando nuestra atención a algo tan sencillo como el estar, se puede conseguir este bienestar tan preciado.
También estoy convencida de que el ser humano está obligado a “nutrirse” en varios aspectos.
Todo lo que no me nutre me intoxica
Por lo que estamos obligados a nutrirnos y vigilar el contenido de la nutrición. Es decir, no ingieres un yogurt caducado ¿verdad? Ni tampoco aliñas una ensalada con jabón en polvo… pues lo mismo sucede con la nutrición espiritual, emocional, corporal…
Estoy hablando de que si para comer tenemos a nuestro alcance una categoría de elementos (alimentos) y herramientas (utensilios específicos para la alimentación) y hemos aprendido muy bien, cuáles son, dónde podemos encontrarlas, forma de uso, etc… ¿Porqué no aprender lo mismo para nuestra nutrición emocional, física o espiritual?
En este artículo quiero mostrarte las tres acciones instructivas que considero más importantes que un ser humano dispone para mantenerse en una actitud de protección o de no exposición para conseguir el estado de felicidad al que me refiero, tanto al comienzo de este párrafo como en mi libro Gest estrés: Silencio, Actitud relacional, Conciencia situacional.
Comenzamos por el Silencio:
¿Cuándo el silencio es saludable?
En ocasiones, decimos lo primero que pasa por nuestra mente pero en realidad, estar callados puede ser la mejor estrategia. Sin embargo, ¿es algo que podamos practicar?
El silencio es PODEROSO. Quienes lo practicamos desde una actitud de no exposición nos proporciona sensación de calma.
No se me ocurre otra forma de mostrarte el poder del silencio que sugerirte que pases 3 minutos mirando un folio en blanco. Siendo consciente de que tu mente está “en blanco”
Aquí te informo de todo lo que incluye “hablar”: el complicado proceso del habla, la recepción del sonido por ambos oídos, la formación del significado de la palabra en la corteza cerebral, la capacidad de recibirla, comprenderla y transmitirla, con la laringe o con la mano, el valor de saber recibir, comprender y transmitir estas palabras y los silencios…
El que habla no sabe y el que sabe no habla.
El compromiso con uno mismo de no hablar si no es para decir algo necesario, valioso o agradable es más poderoso aún.
El silencio es una medicina para el cerebro
La ausencia de ruido ambiental crea nuevas células cerebrales, mejora la memoria, tiene un potente efecto antiestrés y beneficia a nuestro estado emocional. El silencio es un bien cada vez más preciado.
EL RUIDO NOS ENFERMA, EL SILENCIO NOS CURA
Estar expuesto al silencio puede revertir ciertas enfermedades, especialmente las que afectan al cerebro. En estudios hechos con roedores, la total ausencia de sonido actuaba como estímulo de un modo más potente que la estimulación sonora, tal vez por lo extraño de ese fenómeno en el medio natural. Esto suponía un estímulo adaptativo para el cerebro de los roedores.
¿Tú crees que el silencio que podemos practicar durante un momento, cotidianamente, es el único silencio sano? ¡¡NO!!
La mayor parte de la energía que consume el cerebro se invierte en tareas inconscientes que están siempre funcionando en segundo plano. Solo cuando nos quedamos en silencio somos conscientes de ellas:
El cerebro sigue canturreando una canción que escuchábamos por la radio.
Repite una conversación que acabamos de tener, o que incluso tuvimos hace mucho tiempo.
Aparecen sonidos que escuchamos internamente sin que provengan de ninguna fuente exterior; el cerebro los recrea porque previamente los ha transformado en información interior.
Todo este tipo de operaciones de transformación y archivo se realiza sin tregua y requiere mucha más energía que efectuar cualquier operación matemática o trabajo mental consciente.
Cuando el cerebro está en «modo pausa» (sin perseguir un objetivo, flotando, «en Babia» o durmiendo), es cuando lleva a cabo esta integración entre el conocimiento consciente y el inconsciente que nos permite crear nuestra identidad individual y buscar nuestra manera de estar en el mundo. Es el silencio mental, la piedra angular para la autoconciencia y la reflexión.
Recomendaciones para aprender a sentir el silencio:
Estos ejercicios te pueden facilitar valorar los momentos de silencio. Igualmente te pueden enseñar a descubrir en qué momento te hace falta el silencio.
Ejemplos:
Elige un momento (para mi la mejor hora es la mañana temprano) para controlarte, sintiendo el silencio y la importancia de la palabra o la escucha. No hables, no leas, no cantes, no pienses… esto último es un intenso ejercicio, pero súper beneficioso.
Permanece un día en silencio. Ponte una etiqueta que explique tu trabajo personal… o simplemente que diga HOY SILENCIO.
Apaga radio, móvil y MP3. Si hay que escuchar a alguien, mejor a quien está a nuestro lado.
También la Actitud relacional
Más difícil que llegar a relacionarse es mantener una relación.
Una vez que se establece un vínculo, el reto es mantenerlo y fortalecerlo, ya que en caso contrario este se irá debilitando hasta desaparecer.
Veamos algunas recomendaciones:
- Evalúate:
Dicen que la mejor manera de tener amigos es serlo, así que antes de evaluar a tu círculo de protección, examina qué clase de amigo eres tú. ¿Estás dispuesto a ayudar o necesitas tener siempre una contrapartida? ¿Perdonas con facilidad los errores ajenos o ronroneas por lo que hacen o crees que te hacen? ¿Practicas una escucha activa cuando te cuentan algo o sólo quieres contar lo que tienes en común con lo que te está contando?
Muestra en todo momento las virtudes que buscas.
- Pregunta… y escucha la respuesta:
Una de las cualidades más valoradas en un ser humano es la escucha activa.
Cuando alguien te cuente un problema o un proyecto, presta atención, muéstrale que estas escuchando plenamente lo que te explica.
Muchas veces nos preguntan: ¿Qué tal estás? Pero, cuando empezamos a responder, notamos que el otro está pensando ya en otra cosa. Esto resulta altamente desmotivador y no ayuda a cosechar amistades. No quiero gente así para compartir mis momentos de relación. - Sé comprensivo:
Si quieres hilar fino, al final te quedarás solo, ya que todos somos imperfectos y necesitamos de la tolerancia de los demás.
Evitar, especialmente, los razonamientos que empiezan por “Yo en tu lugar habría…” “A mi me pasó lo mismo y…”, ya que nadie está en el lugar de nadie porque cada cual es un ser humano único, con experiencias y prioridades distintas.
Mostrarse con los demás como quieres que se muestren contigo, escucharles o alegrarse de sus éxitos, son claves para tejer ese círculo protector de personas que serán nuestro mejor soporte emocional. - Elige tus temas de conversación:
No tengas reparo en elegir a personas que den más vida a tu vida. Eligiendo temas de carácter nutritivo siempre conseguimos edificar la relación. Dedicar a los argumentos menos amables el menor tiempo posible. En todas las experiencias negativas existe un PRO que dará a la relación un cambio de existencia. - Celebra sus éxitos:
Cualquiera puede simpatizar con las penas de un amigo, simpatizar con los éxitos requiere un alma delicadísima. Crear un círculo de protección de calidad, es una virtud altamente valiosa, ya que atraerá a tu vida a personas optimistas y proactivas.
El valor de la amistad, ¿se puede calcular?
En el libro Alegría, que escribieron juntamente Frances Miralles con Alex Rovira, proponían un ejercicio a través de cinco preguntas para evaluar a las personas de nuestro entorno inmediato y poder saber si pueden formar nuestra red de relaciones nutritivas para que en cierto momento cumplan la función de protección.
¿Se ha realizado en su vida?
¿Es feliz y optimista?
¿Se alegra de tus éxitos y desea que las cosas te vayan bien?
¿Te anima cuando le explicas nuevas ideas o hace todo lo contrario?
¿Se esfuerza en alcanzar sus propios sueños? (Si no lo hace, es posible que no le guste que tú llegues a cumplir los tuyos).
Este análisis nos permitirá puntuar del 1 al 10 el grado de positividad de cada persona. Después, solo quedará hacer la media entre las cinco y obtendremos una radiografía de nuestro propio valor.
Jim Rohn (empresario estadounidense, autor y orador motivacional) recomienda no tener reparos en quedarnos solo con un par de personas de la lista, las que más aporten a nuestra vida, y remplazar el resto por otras que nos “suban nota”.
Para ello, no se trata de desalojar a nadie de tu vida, sino de empezar a reducir el tiempo que pasamos con los que se encuentran en la parte baja de la tabla, dando así oportunidad para que personas más nutritivas ganen relevancia en nuestro día a día.
Es un ejercicio tajante para mejorar nuestra red de protección, ya que requiere el esfuerzo de medirnos con personas que no aportan valor a nuestra vida, pero es que, al enaltecernos humanamente, subir la autoestima, también seremos más útiles a quienes nos rodean.
Por último Conciencia Situacional
Cuando nos vemos ante situaciones especialmente estresantes somos presas de un fenómeno muy llamativo: nuestra percepción se ciñe y nos focalizamos en el peligro. Desarrollamos una perspectiva en forma de tubo en la que todo lo demás se difumina. Así terminamos centrando nuestros esfuerzos y energía en lo que nos preocupa o asusta.
Cuando atravesamos épocas complejas marcadas por los cambios y la incertidumbre, necesitamos otra herramienta poderosa: la conciencia situacional.
¿Qué es la conciencia situacional?
La conciencia situacional es saber lo que sucede a nuestro alrededor. Implica diseñar una especie de ruta, que mentalmente nos ayude a vislumbrar dónde estamos, qué nos rodea y cuáles son los retos que se avistan. Esta habilidad nos hace consiente de lo que está ocurriendo para elaborar un plan de actuación efectivo.
Sería como dar un paso atrás y ver la situación desde un punto de rocío, de tal modo que nos permita analizar nuestras oportunidades y decidir con conocimiento de causa.

Los tres niveles de la conciencia situacional
Percepción de la situación: conciencia situacional = conocimiento de la situación.
Mediante los procesos de percepción y atención seremos capaces de aprehender el entorno. A modo de radar nuestro cerebro tiene la habilidad de localizar, reconocer y responder a la información que nos rodea, a través de los sentidos.
Evaluación de la situación: Este segundo nivel demanda un procesamiento de esa información para comprender su significado. Luego de localizar la información toca valorar e interpretarla para darle un sentido. En muchos casos realizamos esa evaluación de manera instantánea y con poco esfuerzo por patrones preconocidos, pero en otros casos, sobre todo cuando el contexto cambia, necesitamos realizar un sobreesfuerzo por comprender las conexiones entre personas, lugares y/o eventos y entonces dar un sentido a lo que ocurre.
Toma de decisiones: El último nivel de comprensión está dado por una noción temporal de la conciencia situacional ya que está enfocada hacia el futuro. Localizamos la información, la valoramos e interpretamos para darle un sentido para luego poder anticipar su trayectoria y actuar en consecuencia. Este proceso nos da a continuación la capacidad de elegir entre la variedad de posibilidades y decidir qué haremos para responder.
Esto significa que la conciencia situacional nos permite saber si en determinada situación es mejor hablar o callar. Si debemos atrevernos a dar un paso adelante o si es mejor dar un paso atrás y esperar.
En consulta utilizo algunas veces trabajar en el espacio amplio alguna situación en la que la persona no ve claramente dicha situación. Le propongo crear el escenario con cojines u otros elementos para que pueda visualizar con perspectiva lo que no puede ver estando inmersa en dicha situación.
¿Qué causa la pérdida de conciencia situacional?
La falta de conciencia situacional nos conduce a un estado de “estupidez situacional”, que consiste en mantener una posición irreflexiva e ignorante en la que no tomamos en cuenta los factores del entorno para tomar nuestras decisiones. Entonces corremos el riesgo de desconectarnos de la realidad y actuar motivados por deseos irrealizables y expectativas irracionales.
Sobrecarga cognitiva: Las distracciones, por ejemplo, son una causa importante de pérdida de conciencia situacional. Cuando nos enfocamos demasiado en un estímulo podemos olvidarnos del resto. Asimismo, cuando tenemos que enfrentarnos a dos situaciones problemáticas, es común que una prevalezca y la otra se difumine, lo cual conduce a una percepción distorsionada de nuestro entorno y nos lleva incluso a ignorar por completo diferentes peligros.
Sobrecarga emocional: Las emociones son uno de los principales distractores que nos hacen perder la conciencia situacional. Nuestras expectativas sobre lo que deseamos que ocurra pueden hacernos perder de vista detalles que nos indican que las circunstancias van en otra dirección. Por ejemplo, nuestro deseo de salir del confinamiento de los últimos meses nos hizo perder de vista el peligro que todavía acechaba. De hecho, un estudio desarrollado en la Universidad de Hong Kong cuando la influenza pandémica H1N1 reveló que la conciencia situacional era un factor esencial para cumplir con las normas de protección de la salud individuales, especialmente cuando el nivel de incertidumbre es elevado y generalizado”.
El primer paso para activar la conciencia situacional es saber dónde estamos. Hallar ese punto vital que nos reconduzca al aquí y ahora y nos permita percibir todos los elementos que rodean nuestra vida en este preciso momento. Aquí llegamos al punto que nos interesa.
Para saber si estás en riesgo de EXPOSICIÓN emocional responde estas preguntas cuando estés en una situación de riesgo.
- ¿Cómo me siento ahora mismo?
- ¿Qué cosas están influyendo en mi estado emocional?
- ¿Existe alguna amenaza inmediata en el entorno?
- ¿Qué perspectivas existen?
- El segundo paso consiste en encontrar un sentido a lo que estoy viviendo.
- ¿Cómo he llegado hasta aquí?
- ¿Qué cosas han cambiado a mí alrededor?
- ¿Es lo que quiero para mí?
- ¿Cuál es mi actitud ante lo que estoy viviendo?
El tercer paso consiste en proyectarnos al futuro. Combinando los datos obvios que hemos recopilado con nuestros sentidos y los respectivos procesos mentales (percepción, memoria, atención, aprendizaje, emoción, razonamiento, toma de decisiones, procesos afectivos, planificación…) que nos permiten conocer y modificar nuestro entorno para el reconocimiento de la situación. Sobre todo cuando el futuro entraña un elevado nivel de incertidumbre.
Podemos preguntarnos:
- ¿Qué quiero para mí?
- ¿Quiero atender esto ahora?
- ¿Qué divisó en el horizonte?
- ¿Qué he hecho en situaciones similares en el pasado?
- ¿Qué riesgos se presentan en el horizonte que visualizo?
El presente está lleno de desafíos y el futuro sólo existe en nuestra mente, es una idea, un anhelo inexistente en el presente, podemos ir creando un cúmulo de alternativas y posibles caminos, direcciones y resultados en nuestra mente que probablemente, nos permitirá llegar a nuestra meta.
Saber dónde estamos y dónde no queremos estar, dónde queremos llegar y dónde no queremos llegar, es un buen punto de partida que nos brindará en una parte la seguridad necesaria para conseguir objetivos. Saber que lo que necesito es sólo lo que me tiene que mantener con vida y que difiere de lo que quiero y no quiero, me va a servir para mantener el rumbo, la dirección de mi camino.
Para terminar con este artículo quiero mencionar un cuento conocido que utilizo muchas veces para conocer los tipos de vínculos que creamos con las personas que aparecen en nuestra vida.
Hay relaciones muy bellas que se terminan porque una de las dos personas que la forman no actuó como la otra esperaba (expectativas, no reales, imaginarios y suposiciones), porque surgió un conflicto y no se tuvo la delicadeza de hablarse, o porque los eventos desagradables tienen más peso que los agradables.
Te propongo que crees una manera para grabar la forma en que te relacionas con las personas que llegan a tu vida. Hacer amigos… y mantenerlos… Como cualquier otra habilidad o actividad humana, estrechar vínculos y mantenerlos fuertes puede entrenarse. Crear un círculo nutritivo de protección es toda una tarea de autoconocimiento. Un sistema de relaciones nutritivas será, a la larga, una red que cumplirá con la función de protegernos.
Una Leyenda árabe sobre valores de la amistad
Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto. En un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada al otro.
El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena: – Hoy, mi mejor amigo me ha dado una bofetada –

Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo.

Al recuperarse tomó un estilete escribió en una piedra: – Hoy, mi mejor amigo me salvó la vida –
Intrigado, el amigo preguntó: – ¿Por qué después que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra? —
Sonriendo, aquel respondió: – Cuando un gran amigo nos ofende, deberíamos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargaran de borrarlo y apagarlo; por otro lado cuando nos pase algo grandioso, deberíamos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo–.